viernes, 15 de agosto de 2008

Para Ziggy Freud

Después de una fiesta que se volvía un tanto confusa, interrumpida por una tormenta repentina. El orden y la algarabía se fue diseminando en un caos compresible. Mozos que iban y venían tratando de organizar los vendavales que se llevan los manteles y copas en una danza clásica que nunca pudo ir al ritmo de los bajos electrónicos que sonaban en los parlantes.

El nivel de alcohol y el clima de confusión hizo que todo de a poco se fuera transformando en diapositivas en blanco y negro, en donde el tiempo dejo de ser continuo sino que era una sucesión de imágenes. Una pareja corriendo para resguardarse de la lluvia. Él tapándola a ella, cubriéndola con su saco mientras baja sus hombros e inclina la cabeza como si fuera a mojarse menos. Mi suela del zapato con caca de perro. Risas y carcajadas con caras que no reconozco. Un semáforo en rojo.

La siguiente diapositiva se empieza a animar lentamente, estoy manejando los últimos cincuenta metros que faltan para llegar a mi casa. Esos metros que recorrí tantas veces como un autómata pero esta veces era distinto. A un costado de la calle una pila de ladrillos perfectamente apilados en forma de cubo ocupaban la mitad de la senda, la esquivo sin problemas. Apenas unos metros mas adelante otra pila exactamente igual a la otra pero del lado opuesto de la calle. Haciendo slalom avanzaba despacio. Algo no estaba bien, una pila tras otra donde las distancias de maniobra eran cada vez mas pequeñas, empezaban a formar un túnel cada vez mas angosto donde ya era imposible seguir manejando por las dimensiones del automóvil.

Todo ocurrió muy rápido. Una densa niebla se iba apoderando del lugar transformándolo en una película barata de Stephen King en la que yo era parte. La bruma que surgía de la nada se hacia cada vez mas espesa y el pasillo que me separaba de mi casa se hacia mas pequeño y largo proyectándolo hasta el infinito. Lentamente por medio de ese túnel siniestro empezó a dibujarse el contorno de una silueta que de a poco, muy de a poco iba acercándose en mi dirección. No tenia apuro. A cada paso se iba vislumbrando mejor la silueta, era un hombre de contextura grande, frondosa barba y cabellera descuidada. Con su paso lento, displicente atravesaba el camino que me separaba de mi casa. Venia en mi búsqueda, estaba seguro de eso. Caminaba con esa confianza de quien sabe que esta cerca de su objetivo y va a conquistarlo. El miedo me paralizo y las preguntas que rondaban en mi cabeza eran siempre las mismas, como zafo de esta. Escapo o lo enfrento. No tenia mucho tiempo y que lejos que estaba de mi cama en ese momento.

A quien engaño siempre fui un cagón, el hombre estaba cada vez más cerca y tenia que actuar. Cuando decido abrir la puerta para escapar del auto un nene sale de la nada golpeando la ventanilla obligando me a cerrar bruscamente, bajo el pestillo para trabar la puerta y ganar algo de ilusa seguridad.

Los nervios se apoderan de mi. Trato de dar arranque y salir disparado de esa situación nefasta que estaba viviendo pero prendía luces de giro, balizas, cambiaba la velocidad de los limpia vidrios pero nunca podía dar con la puta llave.

Esa criatura horrible golpeaba el vidrio, mientras busco y trato de certificar que el arranque esta en su lugar, bajo la mirada despreciable de lo que parecía un niño y para mi era un demonio. Los golpes se intensificaban. Doy arranque levanto la mirada y estoy totalmente rodeado de niños que golpeaban el auto con sus manitos, están por todos lados, unos arriba de otros, van dejando marcadas sus manos unas tras otra en el vidrio, no paran de golpear, un ruido seco tras otro. Se funden y se mezclan con ruidos de risas chillonas, se burlan de mi, como saben hacer los niños, degradando cada vez mas. Los golpes cada vez mas fuertes. Mi corazón late tan fuertemente que sigue a dúo el ritmo de los pequeños percusionistas que no paran nunca de tocar y van aumentando la velocidad mientras se multiplican de a miles. Es insoportable. Que carajo esta pasando. Cierro los ojos lo más fuerte que puedo, veo una mancha blanca, cierro con todas mis fuerzas y lentamente los tambores de chapa y vidrio van decreciendo. Desaparecieron. La mancha blanca se intensifica, Entre abro los ojos de a poco, los ruidos cesaron por completo, una calma que parecía imposible de lograr. Miro bien pero ahí están todos de vuelta expectantes.

Esta vez parecen ser más y más. Golpean con mucha más fuerza que antes y disfrutan de mi sufrimiento. Ríen, golpean con tal intensidad que los vidrios están por ceder en cualquier instante.

Mi corazón esta por explotar, mi instinto de supervivencia va menguando de a poco, totalmente rendido a esas horribles criaturitas y su candombe infernal. Ahí en ese momento me di cuenta que era el fin.

Cierro los ojos esperando ver todos los acontecimiento felices de mi vida. La batucada seguía pero cada vez el volumen era mas bajo, veo nuevamente la mancha blanca. Empiezo a reconocer formas, de a poco la mancha blanca que había visto antes se transforma en esa pared y ventana que tenia totalmente familiarizado, la campera colgada en la silla. Estoy sentado en la cama totalmente sudado con las pulsaciones siguiendo el ritmo detestable que me acompañaba hace un rato.

Miro el reloj, son las 4.32, me acomodo, respiro hondo y le pido por favor a mi cerebro no viaje más a ese auto con los nenes y nada parecido hasta por lo menos que suene el despertador.

Conclusión: las pesadillas son mucho peor en los sueños que si pasaran realmente.

No hay comentarios: